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Les vamos a contar un cuento

Santiago Lorenzo - Los asquerosos

Santiago Lorenzo, autor del libro “Los asquerosos [1]”, tiene en mente desde hace un tiempo el inicio de un cuento bastante evocador.

Así lo narra el periodista Luis Martínez en una entrevista que le hizo a Santiago Lorenzo [2] en el diario El Mundo:

(…)

Un hombre dedicado a eso de los vídeos promocionales de cosas, personas y sitios recibe un buen día un encargo.

Otro individuo, éste devoto de la localidad que le vio nacer, quiere rendir homenaje a sus raíces. A ellas y a los vecinos que, también ellos, y de forma aún más perentoria, le vieron si no nacer, sí dar sus primeros pasos y quién sabe si no asistirán de la misma manera a los últimos. Y allí que va cámara en ristre dispuesto a cumplir con su trabajo.

Lleva pensadas hasta las cortinillas, los zooms y ese bonito efecto fade out que tanto convence a la parroquia el día de su boda. Hasta que llega a la localidad de marras.

El problema es que el pueblo es feo.

Pero no feo de terrazas cubiertas de aluminio y aparatos de aire acondicionado goteando. No, no es como Madrid. Es peor. Que ya es. Allí ni el campanario ni la iglesia ni el retablo barroco con Santiago Matamoros tienen sentido. Es feo, como diría el poeta, de cojones.

Y ahora ¿qué hacer? ¿Fingir y cumplir el encargo como buen profesional o hacerle saber al cliente que eso no tiene remedio (quizá también como buen profesional)? Y es ahí donde aparece la peor tentación de todas: hacer las cosas por pena.

¿Qué derecho tenemos a sentir pena por alguien? Se supone que experimentar congoja ante la desgracia ajena es síntoma de humanidad, de comprensión. Pero, bien mirado, también encierra una profunda soberbia. ¿Acaso somos nosotros mejores? ¿Qué debería hacer el videógrafo del cuento? ¿Mantener al hombre en la ignorancia de la, con perdón, mierda de pueblo que le ha visto nacer y jugarse su prestigio con un vídeo promocional indigerible o, bien al contrario, decirle bien claro al cliente que se olvide?

(…)

 

Bonus: Otra entrevista a Santiago en la que le recuerdan esta historia [3].

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