Hacía mucho, mucho tiempo que estábamos encaprichados con encontrar una matrícula en una bici. Las habíamos visto de pequeños, pero su destino parecía haber pasado a mejor vida.
Sin embargo, hace unos días nos encontramos con la tremenda suerte que nos enseñaron una de esas leyendas:
Las matrículas se ponían debajo del manillar para identificar la bicicleta. Venía atada con un alambre y se podía incluso sellar con un plomo. Sin embargo no era muy infrecuente que la plaquita se cayera o se perdiese.
Sólo tenía una función: recaudar impuestos. Y punto. Ni era un seguro de accidentes, ni evitaba robos ni historias. No servía para nada. Eso sí, había que pasar por el aro.
Su uso era obligatorio y solían ser placas con diseño personalizado para cada municipio, como vemos en el Internete [1].
Finalmente murieron a principios de los 80. Eso sí, con un poco de suerte si buscan la bici del abuelo seguro que todavía la lleva.
Más info
- De vez en cuando [2] circula el interés para volver a poner matrículas en las bicicletas con el objetivo de cubrir casos de accidentes y robos. Que cada uno tome sus conclusiones.
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