Nos han hablado que por la zona encontraron fósiles hace un tiempo. También nos llegaron historias del puente romano de Matillas, que todavía no hemos localizado. Sin embargo, nosotros, en nuestro afán arqueológico, no nos hemos remontado tan lejos en la historia.
Matillas era un pueblo eminentemente industrial. Su apogeo fue en el siglo XX, y de ello sabíamos que algo quedaría constancia en nuestro terruño.
Pongámonos en antecedentes: hasta no hace mucho, la gestión de residuos era “rudimentaria”. Ni había vertederos mancomunados ni nada parecido. Es más, podíamos encontrar alguna que otra escombrera repartida por el pueblo. De vez en cuando se incineraban los deshechos y a tirar millas. Sí, el ecologismo es un invento moderno.
Hace unos cuantos años los vertederos ilegales fueron eliminados de la faz de Matillas.
Pues bien, -por puritita casualidad- en uno de esos terrenos que luego se dieron al barbecho, nos aparecieron señales que tocan apelan directamente a la nostalgia.
Como en una capsula de tiempo encontramos, por ejemplo, un Danone, en los que la etiqueta iba impresa en el plástico ¿se acuerdan?
Y ahora un amigo reciente de todos los hogares: El Kanfort. Así, genérico, como el Colacao. Ahora en desuso, tuvo su esplendor no hace tantos años, la verdad:
Y el clásico entre los clásicos. Se conserva igual que siempre. Por ella no han pasado los años. No necesita presentación:
Sólo faltaba el balón de playa…
Y estos son solo unos de los pocos tesoros que nos podemos encontrar ahí perdidos. Seguiremos arrebuscando (todo sea por la nostalgia)…
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